Escrito por Nerea Aceituno Autora y colaboradora de la Comunidad Solidaria www.altademanda.es
¿Cómo influye el miedo?
No poder ver una película de terror porque después tienes pesadillas, llorar incluso de impotencia por las noches porque temes el momento de cerrar los ojos y no saber qué pasará a la mañana siguiente, o rechazar un plan que te encantaría porque implica hacer algo que te da miedo.
Todo esto son solo algunos ejemplos de situaciones con las que convivo a diario.
El miedo en una sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario.
Es una emoción que, en menor o mayor medida, experimentamos todos los animales y tiene una utilidad biológica, pues constituye un mecanismo de supervivencia y de defensa que nos permite responder ante situaciones adversas con rapidez.
Pero…
¿Qué pasa cuando este miedo es constante?
¿Cómo se siente cuando, además, el peligro es imaginario o, al menos, completamente desproporcionado a la realidad?
Entonces, el miedo se transforma en ansiedad o pánico, y estas emociones no son adaptativas.
Por el contrario, interpretamos la situación de una forma perjudicial para nosotros que nos causa un extremado malestar.
Desde pequeña he sentido las emociones de una forma más intensa que el resto, y con el miedo no ha sido diferente.
Apenas tenía tres o cuatro años cuando me preocupaban mucho temas como la muerte o el futuro.
Yo preguntaba, a menudo sin entender, y a medida que crecía y era más consciente de la realidad estos miedos también aumentaban.
Seguía sin tener muchas respuestas, o al menos respuestas capaces de tranquilizarme, y la incertidumbre hace que la angustia crezca a pasos agigantados en mi interior.
Muchas veces mi imaginación me juega malas pasadas.
Cuando el miedo me ataca siento ese latido en el pecho que no sé cómo frenar.
Llega por sorpresa y sin pleno aviso, soy incapaz de controlarlo y es este quién consigue frenarme a mí. Me cuesta respirar, me siento inútil, paralizada, cansada, ansiosa, angustiada e incluso cabreada.
Todo a la vez.
Mucha gente no entiende esto.
No es una exageración, es un miedo real. Va más allá del miedo por llegar a un sitio nuevo, por cambiar una rutina o por enfrentarme a gente que no conozco, algo que solo tengo que afrontar cuando se da dicha situación.
A menudo ni siquiera somos capaces de identificar el detonante, pero podemos sentir el sudor y nos cuesta respirar.
Es miedo a la vida; al futuro, al presente y al pasado; miedo a ser y a no ser, a vivir y a dejar de hacerlo.
Yo muchas veces he tratado de ocultar e infravalorar lo que sentía creyendo que así el miedo desaparecería, pero he aprendido que no lo hace.
Por el contrario, conocer esta emoción, respetarla y entenderla es lo único que me ha ayudado a vivir con el miedo
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Nerea Aceituno
(Autora Colaboradora de
la Comunidad Solidaria www.altademanda.es)
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