
Soy neurodivergente y quiero bailar al son de mi música
Lo que yo vivía no era locura ni exceso de fantasía. Era un torrente de inteligencia y sensibilidad que no encontraba espacio para expresarse ni ser entendido.
Mis preguntas, mis razonamientos, mis reflexiones, mi necesidad de comprender lo que nadie más parecía entender… todo eso quedaba guardado, sin salida. Nadie me enseñó a gestionar mi mente, mi mundo interior tan intenso. Y mientras más me decían que callara, más me alejaba de mi propia esencia, perdiendo la capacidad de entender el “don” que era mi inteligencia.
Atrapada en mi mente
El problema no era que pensara demasiado, sino que estaba sola en mi proceso, atrapada en mi mente sin herramientas ni apoyo. La capacidad mental, cuando no se comprende, se siente como una carga, y eso no era culpa de nadie. Era simplemente el resultado de no saber cómo abordar lo que no se entendía, de no saber cómo acompañarme en un viaje tan profundamente sensible y diferente al de los demás.
Con el tiempo, aprendí a adaptarme a la sociedad, al protocolo, al estándar, es decir: a callarme, a guardar para mí mis pensamientos y preguntas. A escribir en mi intimidad libretas llenas de reflexiones, deducciones, pensamientos y desahogos que jamás pude compartir con nadie. Aunque en realidad, lo que realmente necesitaba era ser escuchada, comprendida y acompañada en mi viaje interior, sin juzgar mi intensidad, sino apoyando mi crecimiento.Sin que nadie pensara que estoy loca. Ni me dijera que silenciara mis pensamientos para formar parte de la “mayoria” y ser socialmente aceptada.
Y de ese modo, con esa presión…
El ritmo de mi música dejó de sonar, y yo dejé de bailar.
Porque si a una mariposa le impiden abrir las alas, ya no puede alcanzar el cielo.
Faro sin luz
Soy un faro sin luz, y todo lo que tuve para dar no hay forma ya de recuperarlo.Aunque creo que mi astucia me mantiene a flote, evitando que me hunda por completo. Que muera. Porque la esencia, la esencia sigue viva siempre.
¿Por qué hicieron eso? ¿Por qué lo hicieron? Porque no me asemejaba a la mayoría?
¿Por qué no se puede hacer de otra forma?
Nos encarcelan en un camino que no es el nuestro, y nos convertimos en lo que más daño hace.
Sin querer, sin pensar… Simplemente me dejé llevar.
Me siento como ese niño zurdo al que le atan la mano izquierda, forzándolo a adaptarse a algo que no es natural, que no es su esencia. Es como si me obligaran a vivir de una manera que no me pertenece, anulando lo que realmente soy, intentando encajar en un molde que nunca fue el mío.
Los tiempos han cambiado y a estas alturas voy a ver si puedo convertir un poco de mi “etiquetada locura” en genialidad.
Esta vez a solas. Simplemente siguiendo el ritmo de mi música.
Porque no hay nada que hacer… desde mi infancia no acertaron.
Etiquetar comportamientos
Etiquetaron mis comportamientos de forma errónea hasta los médicos.
¿Cómo es posible que un simple error en la primera etiqueta pueda desencadenar un conflicto tan grande en la evolución de la historia de vida de una persona?
Es como si una minúscula alteración en el inicio de un camino pudiera ramificarse en un laberinto infinito de consecuencias.
Algo tan sutil como un malentendido, una suposición incorrecta o una clasificación equivocada puede ser suficiente para cambiar el rumbo de todo un destino.
Efecto mariposa
Es tan simple como el efecto mariposa, donde el aleteo de una pequeña criatura en un rincón olvidado puede provocar una tormenta al otro lado del mundo. La teoría del caos no es solo una idea abstracta; es un principio que se aplica a las vidas humanas, en las decisiones, las etiquetas y las percepciones.
Este caos es el mismo que acecha al mundo, silencioso y vasto, mientras el 80% de las personas neurotípicas sigue sin notar la profundidad de sus implicaciones.
Porque, ¿quién puede imaginar que un simple error al etiquetar a alguien, al poner una categoría donde no encajaba, podría dar paso a un giro tan monumental en su vida?
Es el caos ordenado, la mano invisible que guía el destino sin que los neurotípicos lo perciban.
Resulta ser clave el médico con el que te cruzas, el especialista con el que te valoras.
Es imprescindible que te reconozca alguien experimentado ya que un simple error produce todo un efecto mariposa…
Como en mi.
Error en el diagnóstico
El médico, convencido de su evaluación, concluyó que se trataba de tics y obsesiones propias de un Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC). En mi desesperación, lo creí. Pero, a pesar de las altas dosis de medicación, nada cambió. No era TOC. Jamás lo fue.
Esos movimientos y pensamientos no eran simples tics, sino estereotipias: una forma de autorregulación, un intento de encontrar equilibrio en medio del caos interno. Sin embargo, su diagnóstico estaba limitado por los criterios rígidos del manual DSM, que, en ese momento, no reflejaban mi realidad. La medicina, en ocasiones, se queda corta cuando trata de encajar la complejidad humana en moldes predefinidos.
La verdad es que aquel médico no disponía de toda la información necesaria para comprender lo que realmente me ocurría. No era una cuestión de negligencia, sino de desconocimiento. Su formación no incluía lo que yo experimentaba, y, ante la falta de respuestas, optó por la explicación que mejor encajaba dentro de los conocimientos disponibles en ese momento. Pero, aunque encajara en alguna parte de la teoría, era un diagnóstico incorrecto.
¿En quién confiar?
Entonces digo…
¿Por qué tengo que creer en el manual actual si quizás mi neurodivergencia todavía no existe, no esta escrita o no tiene nombre?
La No importancia de la etiqueta
Me siento libre de poder decir, que yo no tengo etiqueta, solo sé que soy neurodivergente. Que diverjo mentalmente de lo común.
El psiquiatra no dió más de sí. En su época no le enseñaros más. Y yo me vi afectada por ello.
Por eso ahora estoy metida hasta el fondo. por que el aleteo de esa mariposa derivó en un huracán al otro lado del mundo.
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