¿Cómo vive las disincronías un persona con altas capacidades?

Si conoces a alguien con altas capacidades seguro que te resulta familiar la siguiente situación: un niño que habla con un adulto y es capaz de argumentar, razonar o debatir sobre un tema con la profundidad de una persona de treinta años, mientras que a los dos minutos está jugando, corriendo inquieto de un lado a otro o preguntando por algo que para cualquier joven resulta obvio pero que un niño aún no logra entender.

La disincronía es un desajuste o falta de sincronización en el desarrollo intelectual, social, afectivo, físico y motor de un niño.

Esto también puede darse en adultos, pero de forma mucho más diluida por la edad.

En cambio, en su definición se habla esencialmente de los niños porque en ellos resulta muy evidente y, en la mayoría de casos, incluso desconcertante.

Hay diferentes tipos de disincronías sobre las cuales podéis leer con solo clicar este término en el buscador, pero este artículo no está dedicado a tratar estas diferencias, sino en profundizar sobre cómo se percibe y, sobre todo, cómo se viven estas disincronías.

Las disincronías inteligencia-psicomotricidad y lenguaje-razonamiento están más presentes en nuestros primeros años.

Esta última sí que puede persistir, porque tenemos unos razonamientos tan complejos que en ocasiones no encontramos forma de verbalizar, a pesar de tener un vocabulario muy rico. No obstante, y por suerte, creo que son las que menos nos limitan y a las que nos adaptamos con mayor facilidad. Por eso prefiero centrarme en otras dos que sí que vivimos con más intensidad y a menudo son difíciles de entender por los demás.

“Emocionalmente nuestra madurez a veces se encuentra por debajo de la mayoría de chicos de nuestra edad”

La primera de estas es la disincronia inteligencia-afectividad. Desde muy pequeños somos capaces de interesarnos por temas complejos, comprender una amplia cantidad de datos y debatir casi como un adulto sobre aquellas cuestiones que nos interesan.

Pero emocionalmente nuestra madurez no solo es la de un niño, sino que a veces se encuentra incluso por debajo de la mayoría de chicos de esa edad.

No tenemos recursos suficientes a este nivel, y eso nos lleva a sentir frustración y ansiedad.

Además, esto se relaciona directamente con las disincronías sociales, la principal causa de nuestra dificultad para relacionarnos.

Lidiamos con el aburrimiento

Desde pequeños lidiamos con el aburrimiento por vernos obligados a seguir un ritmo muy por debajo de nuestras capacidades y no trabajamos la disciplina, la organización o el hábito de estudio.

Nuestra edad mental es superior a la de la mayoría de gente de nuestra edad.

Todo esto hace que nuestros intereses sean distintos, y por ello nos cuesta hacer amigos en los grupos que establece la propia sociedad, basándose únicamente en el año en el que hemos nacido.

Esto puede causar aislamiento, pero también genera una necesidadde fingir y dejar de ser quienes somos con el mero propósito de encajar y sentirnos parte de un grupo.

Con todo esto quiero destacar que estas disincronías son algo natural, que no somos robots y un CI por encima de la media y que no significa que hayamos nacido con una habilidad innata para pensar, actuar y sentirnos siempre de la forma correcta.

No dejamos de ser niños, incluso jovenes y adultos, tratando de encontrarse.

Y para ello lo más importante es aceptar cada una de nuestras características y darles un lugar.

Solo entendernos puede ayudar a que aprendamos a formar parte de este mundo y que estas cuestiones no nos impidan crecer.

Escrito por Nerea Aceituno

(Autora y Colaboradora de Comunidad www.altademanda.es) 

IG @nerea04_parradista_

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