Límites y normas a través de disciplina positiva
¿Por qué tu hijo necesita límites y normas?
Los niños necesitan un sistema de normas y límites para crear valores y creencias internos, para evolucionar y crecer de forma adecuada y convertirse en adolescentes seguros, autónomos, con confianza en aquello que están haciendo e integrados en un grupo social.
Para los niños son necesarios los límites para que ellos aprendan hasta donde pueden llegar y que es lo que pueden o no hacer, de este modo van aprendiendo las normas de la convivencia social. También son necesarios para que aprendan a autorregularse emocionalmente, para hacerles consciente de que el mundo no gira entorno a ellos, para aceptar las frustraciones y gestionar los impulsos.
El objetivo de las normas que marquemos en casa de forma consensuada han de ser cumplirlas, no pueden ser normas demasiado exageradas ni difíciles para nuestros hijos tienen que ser asumibles y reales, coherentes y firmes.
En la crianza a nuestros hijos, como padres, debemos enseñar unos valores a nuestros hijos de una forma responsable con respeto y amabilidad y al mismo tiempo con firmeza y coherencia, mostrando claridad y simplicidad al mismo tiempo.
¿Qué sucede cuando un niño crece sin límites?
Muchas veces ceder ante tu hijo por tal de no entrar en conflicto o evitar una rabieta es lo más sencillo para los padres por que a veces se encuentran en estado de cansancio o agotamiento. Pero esto puede pasar factura a la larga ya que el niño no encuentra límites ante ciertas situaciones.
Consecuencias de criar sin límites a tu hijo
Algunas consecuencias que puede tener a medio/largo plazo pueden ser, por ejemplo:
Sentirse confuso y desorientado ya que el niño espera que sean los padres quien le guíen y le acompañen en su crianza, quien le marquen y le muestren lo que esta bien y lo que esta mal y le hagan diferenciar lo correcto de lo incorrecto, muchas veces siguen los modelos parentales para probar hasta qué punto se pueden hacer ciertas cosas imitando la conducta de los padres y esperando una respuesta de ellos, si la madre o el padre no marca un límite o norma en ello, o esta pasivo o indiferente el niño no puede interpretar ni aprender hasta donde puede llegar sobre dicho acontecimiento.
Es importante que los padres, a demás el niño puede sentirse muy desprotegido e inseguro ya que observa en sus familiares personas pasivas e indiferentes de quienes no les llega esa necesitada confianza y complicidad ya que no empatizan con ellos, esto desemboca en una baja autoestima en el niño y le crea mucha inseguridad y dudas en las decisiones a tomar en su día a día haciendo que dificulte su autonomía y generando una baja tolerancia a la frustración ya que el niño no ha tenido que enfrentarse a momentos de negación con sus familiares, a momentos en los cuales se le ha negado algo y más tarde en su vida se encontrará que las cosas no van a ser siempre como él desea, pero él no estará preparado para vivirlo de ese modo ya que nadie le habrá enseñado a tolerar ese límite, se habrá convertido en un niño caprichoso y creerá que puede tener absolutamente todo lo que quiere, porque sus familiares no le habrán puesto los limites suficientes ante las cosas, este hecho hará que el niño no valore sus pertenencias y no valore el esfuerzo de conseguirlas.
A parte de todo esto tampoco será capaz de gestionar no controlar sus emociones, y pensará que podrá manipular a todo el mundo ya que así es como aprendió a vivir en su infancia, pero en la adolescencia y en la vida adulta se dará cuenta que con las personas externas a su entorno familiar no le sirven sus manipulaciones y esto le repercutirá en frustraciones desenfocando irritabilidad e ira y problemas de conducta también confusión, impulsividad, impaciencia y demás emociones negativas.
En conclusión, es muy importante que desde pequeños marquemos muy bien los límites y normas a nuestros hijos de forma firme y respetuosa, a través de la disciplina positiva.
¿Cómo establecer límites y normas?
1. Ser objetivos.
Siendo concretos y específicos no diciendo frases como “pórtate bien” sino “por favor habla bajito en la biblioteca” por ejemplo. Si le dices al niño la frase “pórtate bien” el niño no comprende a ciencia cierta qué es lo que engloba portarse bien ¿puede correr en la biblioteca? ¿puede coger todos los libros?”
Marcar los objetivos concretos y específicos fomenta la relación, comprensión y complicidad con tu hijo
2. Dar opciones.
Dar al niño opciones limitadas de como cumplir una orden, por ejemplo ¿quieres bañarte ahora o dentro de 5 minutos? Esta libertad dota al niño de autonomía y poder de decisión, esto le da la sensación de control y reduce la resistencia y enfrentamiento hacia nosotros, además potencia que el niño aprenda capacidades de vida como son la toma de decisiones y autonomía, mejora la autoestima y liderazgo y el vínculo familiar. El objetivo final que es “el baño” se cumple de todos modos.
3. Firmeza.
Cuando el niño se resiste a hacer lo que se le dice, como podres debemos obrar con firmeza, siendo amables y con afecto, pero de forma firme. Con un tono de voz seguro, pero sin gritos. El rostro tiene que ser serio.
4. Acentúa lo positivo.
Cuando un niño recibe refuerzos positivos está más receptivo a hacer aquello que se le emite en cambio cuando nos basamos en decir frases negativas con el “NO” les decimos a los niños lo que no deben hacer, pero no concretamos en lo que, SI deben hacer con lo que el niño no sabe muchas veces lo que debe hacer, por ello es bueno en vez de utilizar siempre el NO cambiar nuestras frases y decir directamente lo que queremos que haga con frases positivas. Por ejemplo: Incorrecto (no grites) Correcto (habla bajo).
5. Explica el porqué.
El niño necesita entender el razonamiento del límite o la regla, necesita que le expliquemos el porqué de las cosas para poder obedecer, con ello se siente más animado y participativo a llevarla a cabo, además con esto los niños crean sus valores internos y su propia consciencia de las cosas, tienen que ser razones claras y concisas, entendibles en el lenguaje del niño. Por ejemplo: no pegues porque duele.
6. Sugiere una alternativa.
Cuando establezcamos un límite debemos establecer también una alternativa al límite para que el niño se sienta compensado y entienda que sus sentimientos y emociones también son escuchados y aceptados. Por ejemplo: no puedes jugar con agua en el salón, pero si quieres vamos a tomar un baño y juegas con agua en la bañera.
7. Desaprueba la conducta, no al niño.
Cuando el niño tiene una mala conducta se desaprueba el comportamiento del niño, pero nunca al niño, por ejemplo, nunca se debe decir “eres malo” porque esto muestra rechazo hacia ellos y baja la autoestima, en vez de esto se debe decir “esto se tendría que hacer de otra forma”.
8. Controla nuestras emociones.
Ante todo, debemos mostrar serenidad, cabe recordar que somos el mayor ejemplo para nuestros hijos, su modelo a seguir. Los niños nos imitan en el juego y en la vida real, lo que ven es lo que aprenden, si nos dejamos llevar por malas emociones y gritamos, nos enfadamos o perdemos los nervios, no esperemos luego de los niños buenas conductas.
9. Sé consistente, no varíes de un día a otro.
Debemos aplicar las mismas normas cada día, aunque estemos estresados, tengamos prisa o estemos cansados, si hemos tomado una decisión y marcado una norma consensuada la debemos seguir, si cada día variamos nuestras normas nuestros hijos no nos tomaran en serio y además se desconciertan. Las normas se negocian en familia y se hablan en familia, pero una vez se pactan solo se pueden variar igualmente en familia teniendo en cuenta también al niño, él también pacta las normas con nosotros y es escuchado.
10. Sé coherente, haz lo mismo que le pides a tus hijos.
Debemos dar un buen ejemplo a nuestros hijos, si no queremos que digan palabrotas nosotros no debemos decirlas, si no queremos que discutan no debemos discutir, si no queremos que mientan, no mintamos, si no queremos que jueguen a la tablet no estemos todo el día mirando el móvil, etc.
11. Sé flexible.
Si tu hijo no puede cumplir las normas según lo establecido sé flexible, sobre todo al principio porque está aprendiendo y necesita su tiempo, si ves que va evolucionando ayúdale con ello para motivarle más y con el tiempo como cualquier proceso de aprendizaje irá mejorando.
12. Recompensa los progresos.
Premia los progresos con elogios, frases positivas besos y abrazos, no lo hagas con cosas materiales porque esto acaba por convertirse en un chantaje emocional hacia el niño.
13. Evitar Sobrecargarlo.
Como padre conocemos a nuestros hijos y debemos saber cuándo debemos establecer o no un límite para no sobrecargarlo, hay momentos en que simplemente no hace falta, es mejor evitarlo para no entrar en lucha de poder o berrinche.
14. Evitar ser autoritario.
Si eres demasiado autoritario vas a crear efectos negativos en tu hijo como inseguridad, baja autoestima, mentiras, etc. Podemos negociar con nuestro hijo/a y ceder ante situaciones razonadas cuando sea necesario, cuando “ceder” signifique un aprendizaje mayor para nuestro hijo, por ejemplo: nuestro hijo desea hacer algo con mucho entusiasmo y se lo hemos negado en un principio, pero con su constancia, perseverancia y buenos modales nos ha razonado los motivos por los cuales desea hacerlo, como padres podemos reforzar esas habilidades de constancia, perseverancia y buenos modales” y ceder ante esas situación para que se vea recompensado y entienda que con aquella actitud puede conseguir sus objetivos en la vida.
15. Evitar Desestimar sus sentimientos y sus emociones.
Es muy importante empatizar con tu hijo y ponerte en su lugar aunque te parezca que sus reacciones fueron exageradas en según qué situación. Cuando tu hijo este tranquilo ayúdale a describir cómo se sintió, es importante poner nombre a sus sentimientos y emociones para conseguir el autocontrol y aprender a evolucionar.
16. Evitar Mostrarte rencoroso con él.
Cuando tu hijo te saque de las casillas no es buena idea dejar de hablarle o ignorarlo. Esto aumentará el conflicto entre ambos y a demás tu hijo aprenderá de ti una forma negativa de actuar frente a una disputa. Lo mejor es explicarle cómo te sientes de forma serena y paciente, sin rencor, con amabilidad. Al fin y al cabo, tu eres el adulto. Es el mejor momento para enseñare a poner nombre a los sentimientos, diciéndole “me siento triste por esto o aquello… ¿Cómo te sientes tú?”
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